viernes, 31 de enero de 2014

Jesús es el Kύριος



Jesús es el Κ ύριος  



Rm 10:9 ὅτι ἐὰν ὁμολογήσῃς ἐν τῷ στόματί σου κύριον Ἰησοῦν, καὶ πιστεύσῃς ἐν τῇ καρδίᾳ σου ὅτι ὁ θεὸς αὐτὸν ἤγειρεν ἐκ νεκρῶν, σωθήσῃ

Rom 10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Kurios ο   , y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo 
Observemos que la Biblia afirma que Jesús “es” el Kurios (κύριος)  Señor.
 el Señor (κύριον : la autoridad soberana) 
El “KURIOS

El vocablo “señor” proviene del vocablo griego “kuriov” (se pronuncia “kirios o kurios”), en Filipenses 2:11 la expresión: “οτι κυριος ιησους χριστος"οτιque (es) κυριος(el) SeñorιησουςJesús χριστος(el) Cristo/Ungido se traduce “ que JESÚS ES EL SEÑOR, el Cristo".

El significado y valor de “κυριος” "kurios" o "kirios" es muy amplio y muy rico, tanto que el vocablo “señor” que usamos comúnmente no alcanza para describir la amplitud del verdadero título.
Para facilitar la comprensión real y asimilar el concepto describiremos a “kyrios” como la suma de:

Jefe                            (Dirigente “Superior” de un cuerpo formado)
                        Dueño                       (Que tiene posesiones sobre cosas y personas)
                        Amo                           (Que tiene dominio sobre personas y cosas)
                        Soberano                  (Súper, ejerce la autoridad suprema)
+          Máxima Autoridad   (Altísimo, no tiene superior)
            KYRIOS = SEÑOR
La palabra Jefe indica que Él da las órdenes y los demás obedecen, nadie debe hacer nada si no ha sido enviado u ordenado por Jesús, nadie debe sobrepasar su autoridad.

La palabra Dueño hace referencia de que somos de su propiedad, no somos de nosotros, ni del mundo, somos de Él y solo Él puede reclamarnos, fuimos comprados con su sangre, con su vida, para que la esclavitud en Cristo Jesús sea una esclavitud inmortal, eterna. Y también es dueño de todo lo que poseemos.

La palabra Amo está muy ligada a la palabra esclavo. A pesar que encubiertamente la “esclavitud humana” haya sido abolida, nosotros los hijos de Dios, somos esclavos de Jesús por el resto de nuestra vida.

La palabra Soberano implica que Él tiene el control absoluto de todos nosotros y de todas las cosas. Él rige con máxima autoridad.
La LBLA traduce: Rom 10:9 que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor (i.e. como tu autoridad suprema) serás salvo.
Para ser salvo debes confesar (i.e. reconocer) que Jesús es tu amo, tu dueño, aquel que tiene derecho de decidir sobre tu vida.
Pablo estaba predicando en el primer siglo y aún antes de la destrucción del Templo en Jerusalén, que Jesús ya era Señor (κυριον: el que tenia la autoridad suprema), y eso no ha cambiado hoy día.
Lo sentimos por los hyper-futuristas pero Jesús “NO será”, soberano en el futuro (como si el tuviera que esperar indefinidamente un futuro incierto), JESUS ES SOBERANO, HOY!
La frase “Jesús es el Señor” fue la confesión más antigua entre los primeros creyentes en la iglesia del Nuevo Testamento.
1 Corintios 12:3 (Nueva Versión Internacional)
3 Por eso les advierto que nadie que esté hablando por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: «Jesús es el Señor» sino por el Espíritu Santo.
Algunos asumen que la palabra “Señor” solo tiene el significado de que el es Dios.
Esto se debe a que la palabra “Señor” del gr. Kurios fue usada en la Septuaginta (LXX) la versión griega del Antiguo Testamento, para referirse a Dios (YHWH). Leemos en la LXX, Exodo 3:15 Κύριος ὁ θεὸς τῶν πατέρων ὑμῶν, “El SEÑOR [i.e. Κύριος, Kurios; en el texto Hebreo YHWH], el Dios de nuestros padres”.
Es evidente que la palabra “Señor” fue usada para referirse a YHWH. Sin embargo, esta palabra tiene inherentemente el significado de “Amo Soberano”. Porque Dios (YHWH), el eterno Dios del Pacto es amo soberano sobre su pueblo, el cual debe someterse a El en obediencia diligente (Deut. 6:4-9,14).
De la misma manera Jesús es Dios (deidad), sin embargo por que es Dios es “Amo soberano” aquel que tiene el poder, dominio, toda autoridad y el que demanda obediencia a sus mandatos (e.g., Daniel 7:13–14; Juan 15:10; Mateo 28:18-20).
Aquellos que insisten que la palabra “Señor” solo tiene la connotación de “Dios”, usualmente pretenden destituir a Jesús de su autoridad soberana, pretendiendo eliminar la idea de sumisión a su autoridad, obediencia y rendimiento a su “Señorío” del mensaje de salvación presentado claramente en Romanos 10:9.
De esta manera, diluyen el evangelio de las Escrituras, y lo reemplazan por un mensaje de “fe fácil”, a fin de incrementar el número de las “decisiones”. Todos los que hacen tal cosa, deberian considerar cuidadosamente la advertencia de Dios, en las Escrituras Sagradas (e.g., Galatas 1:6-10).
Sin embargo, Jesús es el Dios-hombre, la suprema autoridad, el amo soberano y aquel que merece toda obediencia, sumisión, rendimiento y reverencia.
De hecho, en el Griego antiguo la palabra ”Señor” fue usada para aquel que era cabeza de una familia, amo de la casa y aquel al que los esclavos obedecian y mostraban su honor, respeto y reverencia llamándolo “su Señor”.
Adicionalmente, en el Griego antiguo la palabra “Señor” era tambien usada en referencia al emperador de Roma, e implicaba la idea de uno que tenía dominio absoluto, uno que prevalecía con plena autoridad y poderes.
La frase “Jesús es el Señor” común entre los primeros creyentes en la iglesia del Nuevo Testamento, era un directo desafío al emperador Romano y a su culto.
Los emperadores fallecidos eran deificados por el senado y se les erigía un templo (tal como el templo a Cesar, encontrado en Cesárea de Filipo, cuyas ruinas se encuentran hasta el día de hoy.)
El rehusarse ofrecer sacrificios al emperador de Roma, podía sancionarse con la muerte, como evidencia de deslealtad. El emperador romano esperaba que sus súbditos lo confesaran como Kurios Caesar (Cesar), El Señor es Cesar.
Cuando el Apóstol Pablo escribió a los Romanos “Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor” en Romanos 10:9, el les estaba diciendo, que ellos serian salvos si se atrevían a confesar con su boca, que el único “Señor”, Dios y emperador de sus vidas, era Jesús, no el “Cesar Romano”.
Jesús era el único “emperador” digno de sacrificios.
Jesús era el único digno de ser honrado a manera de culto.
Jesús era el único amo y soberano de los creyentes.
Jesús era el único “emperador”, digno de completa lealtad y obediencia.
Nadie que no estuviera dispuesto a pagar con su vida la consecuencia de tal declaracion, se atrevería a confesar abiertamente que “Jesús es el Señor”.
Nota ahora, la solemnidad y el desafío de las palabras del Apóstol Pablo en su carta a los Romanos:
“Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Romanos 10:9
Nota que lo que alguien tenia que confesar con su boca para ser salvo es a “Jesús como su Señor”, recuerda que la palabra Señor del gr. Kurios significa: dueño, amo, suprema autoridad, emperador, aquel que tiene derecho de decidir sobre tu vida..
Alguien podria objetar insinuando que el admitir que «Jesús es el Señor» significa amo soberano, es añadir una obra humana a la salvación (e.g., Ef. 2:8-9).  Pero la respuesta es de ninguna manera, porque nadie puede confesar “a Jesús por Señor” sino por obra del Espíritu Santo. No por una obra humana, sino por gracia por medio de “la obra del Santo Espíritu de Dios”.
Pablo confirma esta verdad cuando escribe que,
“Nadie puede decir: «Jesús es el Señor» sino por el Espíritu Santo” 1 Corintios 12:3b.
Cuando tu (habiendo sido previamente capacitado por el Espíritu Santo de Dios) tomas la decisión de abandonar tu vida pecaminosa actual y abrazas a Dios como la única opción posible y recibes que Dios hizo que Jesús muriera en tu lugar por tus pecados, y crees en tu corazón “que Dios le levantó de los muertos” y confiesas conscientemente con tu boca que “Jesús es el Señor” de tu vida (tu dueño, tu amo, tu autoridad suprema, tu emperador) entonces, la Biblia declara: “serás salvo” Rom. 10:9.
Que Dios te conceda el poder confesar con tu boca y reconocer a “Jesús como tu Señor,” y creer que El, murió en tu lugar por tus pecados y que el Padre le levanto de los muertos.
Es Jesús tu Señor, tu dueño, tu amo, tu suprema autoridad, tu emperador, aquel que tiene derecho de decidir sobre tu vida?
Si es así. Ofrécele sacrificios aceptos!
Romanos 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Hebreos 13:15 Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.
Oseas 14:2 Piensa bien lo que le dirás, y vuélvete al Señor con este ruego: «Perdónanos nuestra perversidad, y recíbenos con benevolencia, pues queremos ofrecerte el fruto de nuestros labios.
Salmos 54:6 Voluntariamente sacrificaré a ti; Alabaré tu nombre, oh Jehová, porque es bueno.
Luego Roma, en su mal guiada tiranía pagana, trató de forzar un juramento al culto del emperador, en la que se obligaba a toda la gente a recitar la frase: kaisar kurios -“Cesar es el señor.” Los cristianos respondieron mostrando toda la sumisión civil posible. Ellos pagaron los impuestos, honraron al rey, fueron ciudadanos ejemplares, pero no pudieron acoger la orden de proclamar a Cesar como su señor. Su respuesta a ese juramento de lealtad al culto del emperador, Kaiser kurios, fue tan profunda en sus ramificaciones como sencillo fue su mensaje, Jesus ho kurios Jesús es el Señor. La adoración de Jesús no es simplemente una esperanza que los cristianos comprenderán algún día. Es una verdad que ya existe. Es obligación de la iglesia hacer visible el Reino Invisible de Cristo. Aunque ese Reino es invisible es auténticamente real.

Cuestión de soberanía

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¿Quién es Señor absoluto: el César o Cristo?
Un conflicto de soberanía que se traduce en un dilema de lealtades.
Las "películas de romanos" han dado al público una imagen parcial, cuando nos distorsionada, de las persecucionesque el Imperio Romano desencadenó intermitente contra los cristianos en los primeros siglos de nuestra era.
De ahí que se suele pensar, sobre todo, en la crueldad, y aun la locura, de emperadores como Nerón sobre el trasfondo de una férrea intolerancia religiosa impuesta por decreto.
La verdad, sin embargo, exige matizaciones.
EL SEÑOR "CÉSAR" O EL SEÑOR JESUCRSTO.
En términos generales, el Imperio Romano fue tolerante con todas las religiones. Pero, eso sí, bajo ciertas condiciones. La primera: respeto y sumisión total a los poderes constituidos y los símbolos religiosos que los expresan. Podía practicarse cualquier credo con tal de que, al mismo tiempo, se estuviera dispuesto a sacrificar en los altares de los dioses romanos. El Estado exigía un certificado de adhesión a la religión imperial -llamado Lihellum para cuya obtención había que quemar incienso en el altar del César divinizado.
La intolerancia que desembocó en las grandes persecuciones contra los cristianos no fue simplemente la consecuencia de los arrebatos de gobernantes neuróticos y aun monstruosos, como Nerón o Diocleciano. Hubo emperadores mucho más equilibra-dos, y hasta inteligentes y con inquietudes filosóficas y éticas, como Marco Aurelio y Trajano, que también persiguieron a los cristianos ¿Por qué?
El conflicto entre la Iglesia Cristiana y el Imperio Romano fue, entre otras cosas, un conflicto de soberanía. ¿Quién es soberano absoluto: el Estado o Dios? ¿Quién debe ser reconocido como Señor: "El Señor César" o bien "el señor Jesús"?
Los discípulos de Cristo se negaron a llamar Señor al César. El título de Señor lo reservaban para el Hijo de Dios solamente. Los cristianos se negaron a sacrificar en el altar del César, o lo que es lo mismo: en el altar del Estado. Una actitud que los convertía automáticamente en traidores a los ojos de las autoridades.
"¿Quién es Señor absoluto: el César o Cristo? Un conflicto de soberanías que se traduce en un dilema de lealtades"
La lealtad al Estado se juzgaba por la disposición a quemar incienso y sacrificar ante el altar imperial. Por supuesto, bastaba la simple adhesión nominal, ritual, a la religión del Estado. El rito y no el fervor era lo que contaba, pues no era tanto cuestión de creencias como de lealtades. Todos los cultos, las religiones más exóticas de Oriente y de Occidente, coexistían con la religión oficial. El sincretismo era total y la tolerancia era precisamente para quienes, creyendo en varios dioses, no tenían ningún reparo en mostrar su fidelidad al "divino emperador" al que reconocían como Kurios (Señor) y Soberano. Es decir: como la máxima autoridad y el máximo absoluto.
LA CRÍTICA DEL PODER ABSOLUTO.
En estas circunstancias no es extraño que desafiar el cumplimiento de lo prescrito por la religión romana fuera considerado como sedición. Erigir un Dios como único verdadero era tildado de "ateísmo", y de declarar que sólo Jesucristo es Kurios -Señor- y sólo él es soberano, se tenía por alta traición.
Muy pronto ser cristiano se convirtió en sinónimo de enemigo del Estado y de su escala de valores.
El Evangelio había enseñado a aquellos cristianos primitivos que había que honrar a las autoridades y prestarles el acatamiento debido a su función querida por Dios. Pero al mismo tiempo este Evangelio les quitaba a todos los gobernantes, y principalmente al César, sus pretensiones "divinas", de poder absoluto, de señorío, de manera que situaba el ejercicio del poder bajo la soberanía de un poder más alto, y más absoluto, el poder de Dios. En esta competencia de soberanías tenía las ideas muy claras: la soberanía absoluta le pertenece solamente a Dios. De ahí que la lealtad absoluta sólo puede exigirla Jesucristo, al único que le corresponde por derecho propio el título de Señor.
Con esta actitud el cristianismo primitivo iniciaba una crítica al poder absoluto, crítica cuyas raíces se hunden en el mensaje profético del Antiguo Testamento. Con el paso de los siglos esta crítica constituiría un fermento renovador en el mundo occidental principalmente y, sobre todo, allí donde triunfó la Reforma del siglo XVI.
La soberanía conlleva la catolicidad. Catolicidad y universalidad son sinónimos, pues si a Cristo ha sido dado todo poder y soberanía en el cielo y sobre la tierra (Mt. 28:18), esto significa que puede reivindicar para sí la potestad universal y pedir la obediencia de la fe entre todas las gentes (Ro. 1:5).
Este fue el primer sentido del vocablo "Católico": universal. En medio de un Imperio que blasonaba de universal, la Iglesia de Jesucristo se consideraba la verdadera universalidad, como lo declaró Pablo en Gálatas 3:28: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús."
SOBERANÍA Y CATOLICIDAD.
La cabeza de la Iglesia es Jesucristo, "el bienaventurado y sólo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores" (1 Ti. 6:15), y desde esta soberanía la Iglesia deduce la catolicidad de su misión.
Pero el Imperio reclamaba la catolicidad para él. El conflicto resultaba inevitable. Dos poderes frente a frente: el César con su Imperio y Jesucristo con su Iglesia. Ambos con vocación católica, es decir: universal. De ahí que Roma combatiera el cristianismo como no lo hizo con ninguna otra religión de las muchas que había dentro de sus fronteras. Y es que los cristianos no eran perseguidos tanto por su Credo como por las consecuencias de este Credo en su actitud frente al Estado y los valores que este Estado representaba.
"La lealtad absoluta sólo puede exigirla Jesucristo, al único que le corresponde por derecho propio el título de Señor"
Muy pronto, las iglesias vindican el título de católicas, es decir: universales. Es lamentable que, hoy, para la mayoría de la gente el término "católico" se identifique casi exclusivamente con el Catolicismo Romano -que, paradójicamente, fue resultado de una compleja evolución posterior y que de hecho se alejó del primitivo concepto de los primeros siglos (cf. J. Gonzaga, CONCILIOS) y no con su sentido etimológico, sencillo y primitivo. Hemos perdido una definición que en los primeros siglos era muy querida porque describía aspectos fundamentales de la naturaleza de la Iglesia y de su misión. Los reformadores del siglo XVI, a diferencia de nosotros, trataron de conservar este vocablo en todas sus explicaciones de la fe cristiana.
Roma insistió siempre en que sólo el Imperio era católico y sólo el César tenía derecho a ser reconocido como Señor.
Todas las religiones se doblegaban ante estas pretensiones. La mayoría de los cultos practicados entonces eran locales, regionales, circunscritos a ciertos grupos humanos específicos. Todos se inclinaban ante el señorío del César y la catolicidad del Imperio; todos menos los cristianos. Para las demás religiones no había problema: la fe se limitaba a unos ritos, unas prácticas, que afectaban tan solo ciertas parcelas de la vida; tenía que ver sólo con el "espíritu", las fuerzas "ocultas", el "más allá", etc. Todo esto era compatible con la soberanía, y aun la adoración, del emperador.
Para los cristianos el dilema era muy diferente, pues el Evangelio obliga al reconocimiento de Jesucristo como Señor de todas las parcelas y esferas de la vida, tanto sociales como personales, tanto internas como externas, tanto públicas como privadas. Y este mensaje, además, es la voz auténticamente católica que tiene que ser oída por toda la tierra. Estos puntos estaban muy claros tanto en las convicciones como en las conductas de aquellos primitivos cristianos.

LA SOBERANÍA DEL "CESAR " Y LA SOBERANÍA DE CRISTO.
"El Evangelio obliga al reconocimiento de Jesucristo como Señor de todas las parcelas y esferas de la vida, tanto sociales como personales, tanto internas como externas, tanto públicas como privadas"
Hoy tenemos planteada una batalla similar, aunque muchos cristianos no se den cuenta de ello. El Estado moderno asume cada día características más "católicas", universales, totales y absolutas. Exige cada día más poder y más capacidad de controlar a sus súbditos. La misma libertad, los derechos humanos, son cosas que el Estado moderno supone prerrogativa suya el concederlos o negarlos. Los interpreta, no como dones de Dios enraizados en la creación, sino como favores que el Estado otorga. Mientras tanto, la fe cristiana va siendo reducida no sólo a una cuestión personal sino a un aspecto privado, individual, de la existencia con escasas repercusiones sociales, jurídicas, morales, etc. La ley, la ética, las corrientes de pensamiento y de conducta, las normas, las modas y los modos de vida, han dejado de inspirarse en los principios cristianos. La legislación y la administración se inspiran en otras fuentes, una vez el cristianismo ha sido reducido a cuestión privada y hasta exótica de algunos individuos. Esto abre el camino al Estado omnipotente que extiende su dominio gradualmente en más esferas de la existencia. Asume de manera progresiva una soberanía cada vez más absoluta sobre la sociedad y sobre las conciencias.
Recordemos que algunos de los mejores emperadores romanos fueron los peores perseguidores de la fe cristiana. Cuanto más fieles eran a la vocación hegemónica de Roma más tenazmente perseguían a la Iglesia.
A veces, hoy, son también los "mejores humanistas", ciertos "buenos gobernantes" los que hacen más daño al cristianismo en aras de una aparente tolerancia inspirada en el relativismo moral y en una perspectiva secularizante de la vida. Este "humanismo" concede al cristianismo el derecho a las convicciones personales y hasta el culto privado, pero con tal de que no proclame lo que Cromwell y los puritanos llamaban "los derechos reales de Jesucristo Señor y Soberano" sobre cada área de la vida y del pensamiento. Es decir: con tal que ceda estos derechos al César.
El "Antinomianismo" es actualmente no sólo una herejía practicada por muchos creyentes sino un principio que estos creyentes incluso aplican ahora a los no creyentes. Según ellos, la ley de Dios no tiene ninguna función que realizar.
"Vivimos bajo la gracia, no bajo la ley", exclaman. Y tuercen el sentido de este texto de Pablo una vez más. Lo que en realidad hacemos es negar la soberanía de Dios -sus normas, sus principios, su ley- al no permitir que su Palabra ilumine cada esfera de la existencia. Olvidándonos que Dios, como Creador, tiene dominio y derecho sobre todas sus criaturas y sobre todas las estructuras creadas. Pero muchos cristianos han dimitido de sus responsabilidades de dar a conocer las normas de la Palabra para la vida de las personas y los pueblos. Mientras tanto, la pedagogía, el derecho, la sociología y muchas más ramas del saber moderno vienen motivados por propuestas claramente anticristianas. Muchos cristianos no parecen comprender el conflicto de soberanías que tenemos planteado y, más grave todavía, incluso algunos quieren justificar las pretensiones del Estado y su propia ceguera con una mala teología.
Hay creyentes actualmente que dicen creer en la Biblia, desde la primera hasta la última de sus páginas, pero al mismo tiempo insisten en que no es de su incumbencia el tomar posiciones en contra del aborto, la homosexualidad, la eutanasia, etc., porque, de hacerlo, caerían en el llamado "evangelio social." El evangelio de estos cristianos tiene que ver solamente con la salvación de las "almas." Sólo una parte de la personalidad, el elemento "espiritual", interesa al mensaje cristiano, según esta mentalidad. El resultado práctico es que la fe cristiana queda así reducida a un status parecido al que la antigua Roma concedía al paganismo de aquel entonces en sus múltiples manifestaciones: un culto privado, para necesidades privadas y para ciertos núcleos privados de la sociedad. Implícitamente, el señorío de Cristo sobre todas las parcelas de la existencia queda así negado y la catolicidad de su mensaje obstaculizada.

Si estos cristianos hubiesen vivido en los primeros siglos no hubieran sido perseguidos por la ley romana. Podemos estar convencidos de ello, pues no hubieran dado motivos para ser tildados de sediciosos ni de traidores. No hubiesen desafiado al "Señor César" ni su jurisdicción católica sobre conciencias y vidas, puesto que el señorío de Cristo lo tienen reservado al estrecho ámbito del "alma" y su universalidad es un principio teórico que solamente al final de los tiempos tendrá sentido según ellos. Con esta clase de razonamientos y con esta teología, ningún Imperio, ningún Estado, se siente molesto por la presencia de cristianos que cantan himnos al Señor Jesucristo, pero que no tienen la preocupación de expresar este señorío en las diversas esferas de la vida y para quienes el mandato de ser "sal y luz en el mundo" se contempla con visión miope y estrecha.
"Se soportará a los cristianos en la medida que su influencia no traspase los umbrales de sus capillas y sus criterios no afecten para nada la vida pública, las costumbres y la sociedad"
El humanismo secularizante de nuestro siglo nos dice que no tenemos que imponer las normas cristianas, pero lo que en realidad quiere decir es que ni siquiera nos está ya permitido por la opinión pública el proponer dichas normas en competencia leal con las demás ideologías y corrientes de pensamiento. Mientras tanto, el materialismo, el secularismo y los demás "ismos" de la idolatría moderna se cuidan muy bien de imponer sus propios criterios a través del control que ejercen sobre los medios de comunicación y la vida cultural y política. La tolerancia para este nuevo paganismo es de signo parecido a la tolerancia del antiguo Imperio romano: se soportará a los cristianos en la medida que su influencia no traspase los umbrales de sus capillas y sus criterios no afecten para nada la vida pública, las costumbres y la sociedad. Mientras tanto, se hará escarnio, burla y desprecio de los valores cuyo origen último es la Biblia. A los cristianos se nos invita a vivir esquizofrénicamente: con una moral para la capilla y otra para la calle, con unos principios para la vida individual y otros para la social, antagónicamente distanciados lo privado y lo público. Y, lo que es peor, a diferencia de los cristianos de los primeros siglos, hoy tenemos creyentes que se amoldan a estas dicotomías, y hasta manuales de pseudo-doctrina que tratan de justificarlas.
¿NADA QUE APRENDER DE JUAN EL BAUTISTA?.
En una reunión de estudio bíblico se es-taba considerando la vida y el testimonio de Juan el Bautista, cuando alguien dejó caer este interrogante: ¿Quién sería hoy capaz de denunciar los pecados personales contra la ley de Dios cometidos por algunos gobernantes, como Juan supo hacerlo enfrentándose a Herodes en el nombre del Señor?
Pronto se oyeron explicaciones (?) para tranquilizar la conciencia: "No es tarea de Iglesia meterse con la vida privada de los políticos," "Ni con la pública;" "La actitud del Bautista se explica porque él vivía todavía bajo la antigua dispensación...;" "Bajo la teocracia israelita era lícito denunciar a las autoridades en nombre de Dios, pero no en las modernas democracias que son aconfesionales...;" "Con tal que un funcionario cumpla con sus deberes públicos, los cristianos no tienen derecho a hurgar en su vida privada...;" "No estamos bajo la ley sino bajo la gracia...;" "La separación entre la Iglesia y Estado supone que los creyentes han de permanecer con la boca cerrada, sea cual sea el estado moral de su entorno y de la nación...," etc.
Hubo todavía más "razones" que resultaría prolijo enumerar aquí. Para todos los gustos. Sin embargo, todas coincidían en un denominador común: el dualismo, las dicotomías como ejes de su pensamiento; las divisiones de clara procedencia gnóstica más que bíblica para eludir las implicaciones de señorío de Cristo para el aquí y el ahora de nuestro peregrinaje. Se da una cierta impotencia para pensar la fe globalmente y aún más para vivirla integralmente en la totalidad de áreas de responsabilidad de la existencia cotidiana.
Ciertamente, quienes con sus excusas trataban de decir que Juan el Bautista no tiene ya, hoy, nada que enseñarnos, no hubiesen sido perseguidos por el Imperio Romano. Porque cuando confiesan que Jesucristo es "el Señor, para gloria de Dios Padre" (Fil. 1:11) dan a entender que dicho señorío no es ni para "toda lengua" ni para el presente, sino tan solo una manifestación de piedad interior, estéril y privada, para ser susurrada en el rincón de la capilla...
Podemos estar seguros de ello. Ni siquiera Nerón hubiese molestados a estos cristianos.

Rom 10:9  que si confesares con tu boca que Jesús es el Kurios, y si creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Rom 10:10  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación..

La promesa se cumplió en el día de Pentecostés tal y como Jesús lo había dicho antes de partir. El Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos quienes se encontraban unánimes en el mismo sentir, ahí reunidos fueron llenos de su Gran Poder. Es en este momento que la historia cristiana empezó a escribirse ya sin que Jesús se encontrara físicamente entre ellos. El libro de los Hechos narra cada una de las experiencias que vivieron los discípulos mientras anunciaban las Buenas Nuevas. Leemos todo acerca de la predicación de Pedro, el concilio de Jerusalén y los viajes de Pablo en su Misión de anunciar las buenas nuevas a los gentiles, esto solo por citar algunos aspectos relevantes de este libro ya que como toda la Biblia este libro es fascinante. Pero nos centraremos en uno de los grandes problemas que tuvo que enfrentar la iglesia naciente, la persecución y el rechazo. Aunque ellos no tenían en su mente la idea de haber iniciado alguna religión o culto nuevo como podríamos suponer nosotros, sino más bien entendían que la Promesa del Mesías se había cumplido y que ellos habían sido testigos del cumplimiento y que ahora debían anunciarlo a todos y en todas partes. La Misión no resultó fácil y no lo ha sido incluso hoy día en algunas partesdel mundo. La iglesia fue perseguida, no únicamente por un grupo sino por muchos grupos, los judaizantes, los romanos e incluso los griegos eran sus verdugos. Además de ser perseguidos los discípulos también fueron menospreciados, juzgados e incluso condenados a muerte.


De Pedro se cuenta tradicionalmente que fue crucificado, y que por petición del mismo Pedro fue crucificado al revés porque se sentía indigno de morir al igual que su Maestro. Lucas narra respecto a Esteban quien era otro seguidor de Cristo, que fue apedreado mientras Saulo de Tarso, es decir Pablo consentía su muerte. Posteriormente el mismo Pablo luego de su encuentro con Jesús y su conversión fue perseguido, en 2Cor 11 cuenta gran parte de sus padecimientos y cito algunas ellas:23¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. 24De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.  25Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; 26en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; pero gracias a Dios que su convicción era tal que pudo soportar con firmeza todos esos padecimientos. Por tal razón y con gran solvencia diría en la segunda carta que le escribió a Timoteo He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe (4:7).

Del discípulo amado, el gran apóstol Juan se dice que luego de estar encarcelado en Patmos murió. Sin embargo pese a todo ello la obra continuó, el evangelio siguió predicándose en el mundo antiguo. Nerón había sentado precedentes en el primer siglo en cuanto a la forma de desatar toda su ira y su locura en contra de los cristianos. Él se caracterizó en gran parte por el incremento de las persecuciones y su forma violenta de torturarlos, lo mas dramático que la única razón que Nerón tenía para perseguirlos era que los cristianos fueron el chivo expiatorio para sus locuras, los culpó del gran incendio romano el cual dicen y concuerdan la mayoría de los historiadores fue provocado por él mismo.  Posteriormente los siguientes emperadores romanos continuaron con las mismas prácticas contra los cristianos y peores aun pues ellos fueron objeto de burla y diversión en el coliseo romano.

 La historia dice respecto a esta diversión lo siguiente: “Ya que además de matar a los cristianos se les hizo servir de entretenimiento para el pueblo. Se les vistió de en pieles de bestias para que los perros los mataran a mordidas. Otros fueron crucificados. Y a otros se les prendió fuego al caer la noche, para que la iluminaran”. (Tomado del Libro de Historia del Cristianismo, por Justo L. González).
Las razones que tuvieron los emperadores sucesores de Nerón fueron completamente diferentes. Para los emperadores los cristianos eran considerados ateos porque estos no profesaban las mismas creencias politeístas que los romanos profesaban. Además que se les acusaba de traidores y bastaba únicamente el testimonio de un par de testigos para ser condenados. Fueron acusados de caníbales porque escuchaban que comían el cuerpo y la sangre de Cristo. Otra razón por las que eran perseguidos es las fiestas del amor. Se mal entendían dichas reuniones pues muchos llegaron a pensar que eran orgias. Pero una de las razones principales y en la que quiero que reflexionemos es en el hecho que los discípulos se negaron aceptar al emperador romano como el señor de sus vidas y se mantuvieron leales a la fe en Cristo. Para ese entonces la palabra Kurios, (Kuri,oj, Señor en griego koiné)  representaba al emperador romano como Señor. Los cristianos verdaderos se negaban a dar juramento al Cesar porque para ellos Cristo es Kurios, es decir el verdadero Señor y muchos son los pasajes que confirman el concepto que tenían sus seguidores acerca de Jesús cito algunos de ellos: Juan 11:27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. Juan 21:7dice: Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar. Por esta razón para ellos no había más señor que Cristo.
 El culto al emperador era uno de los vínculos que unían al Imperio, y negarse en publico a rendir ese culto equivalía a romper ese vinculo y por lo tanto costaba la muerte. Tantos y tantos testimonios se conocen hoy en día y los que no pudimos conocer acerca  de hombres y mujeres, valientes, fieles, leales a la Fe, que se convirtieron en mártires por negarse a confesar lealtad a las practicas mundanas del mundo romano y que estuvieron dispuestos a pagar con su propia vida antes que volverse atrás. Lo más sorprendente de todo es que no lo hicieron bajo el temor o la presión sino todo lo contrario lo hicieron convencidos de lo que hacían pero sobre todo llenos de gozo por padecer por las razones y causas correctas. Sintiéndose dichosos por pasar estas pruebas tan duras pero que representaban satisfacción para ellos. En Mateo 5 Jesús lo dijo:10Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Uno de los casos muy conocido es el de Policarpo de Esmirna de quien quedó escrito con letras de oro su testimonio justo antes de morir. “Alrededor del año 155 y estando vigentes las leyes contra los cristianos respecto a la negación de servir a otros dioses debía castigárseles, Policarpo quien era obispo de Esmirna fue llevado ante el tribunal acusado de traición ya que con valor y determinación se negó rotundamente a ceder a sus peticiones. Esta afrenta enardeció a la multitud presente, quien empezó a gritar: ¡Que mueran los ateos! -Es decir los que se niegan a creer en nuestros dioses y que traigan a Policarpo-, pero en la mente de Policarpo estaba la idea que quienes eran ateos eran los romanos. Entonces con insistencia el juez le decía a Policarpo que si juraba por el emperador y maldecía a Cristo quedaría libre. Y la respuesta contundente de Policarpo fue: llevo ochenta y seis años sirviéndole, y ningún mal me ha hecho ¿Cómo he de maldecir a mi rey, que me salvó? Entonces se le intentó amedrentar bajo la amenaza de ser echado a las fieras y quemado vivo y nuevamente la respuesta de Policarpo fue contundente: el fuego que el juez podía encender solo duraría un momento, y luego se apagaría mientras el castigo eterno nunca se apagaría. Finalmente lo inminente llegó, Policarpo fue llevado a la hoguera y sus últimas palabras fueron: Señor Dios soberano. […] Te doy gracias, porque me has tenido por digno de este momento, para que, junto a tus mártires, yo pueda tener parte en el cáliz de Cristo.[…] Por ello […] te bendigo y te glorifico. […] Amén”.Que tremenda declaración y que oración final la de Policarpo. Las convicciones de aquel hombre quedaron manifiestas en ese momento. Estuvo dispuesto a morir antes que negar su Fe en Cristo. CONFESAR LA FE COSTABA LA VIDA pero representaba un galardón ante los ojos de Dios. Ser seguidor de Cristo no era un juego sino una convicción. Brindaba una identidad bien definida tanto que estos hombres y mujeres pagaron un precio alto, su propia vida.
 Entonces ante lo que hemos leído inmediatamente saltan a la palestra unas cuantas preguntas que para nada serán fáciles de responder pero que necesitamos plantearnos: Con el paso del tiempo ¿Qué ha pasado con los cristianos de hoy? ¿Dónde están esos hombres y mujeres dispuestos a defender su Fe en Cristo con tal entereza? ¿Qué clase de evangelio estamos presentando en esta generación? ¿Estaremos viviendo hoy en día un evangelio light? ¿Qué ha pasado con nuestras convicciones, las hemos perdido? ¿A qué estamos dispuestos hoy en día como seguidores de Cristo? ¿Dónde quedaron aquellos hombres convencidos y auténticos que estuvieron dispuestos a vender incluso sus pertenencias, dejaron todo a un lado por ir a otras naciones a presentar el Evangelio de Cristo? ¿Cuánta entereza tenemos para permanecer firmes en nuestra fe? ¿Realmente estamos confesando a Cristo como nuestro único Señor o tenemos muchos dioses, muchos señores en nuestra vida? ¿Estará bien estar construyendo templos y más templos, que cada vez son mas grandes?
En la segunda parte de este articulo responderemos estas preguntas, esperalo mientras eso pasa empieza a tomar una postura al respecto y responde esta pregunta ¿Soy un verdadero seguidor de Jesucristo? Has tú lo posible y deja que Dios haga lo imposible…

 

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